Migrar, dejar tu país, familia, amigos, entorno, cultura,… para mejorar, buscar un mejor futuro. Un futuro que no te ofrece tu tierra.
Hemos ido a Tánger y a Tetuán para conocer la situación de personas migrantes que, en su camino se encuentran con muchas dificultades; les salen al paso mala gente, pero también gente buena, organizaciones de ayuda humanitaria que les hacen un poco más fácil su viaje, un viaje que no saben a dónde les llevará, ni si será para alcanzar la tierra prometida o para encontrar la muerte.
Hemos conocido a mujeres migrantes, pobres, pero dignas y valientes, resilientes. Su esperanza es una vida mejor, su sueño llegar a Europa, tener un trabajo para dar de comer a sus hijos, una buena educación, vivir en paz. Lo que todos queremos. No es otra cosa.
Jasmin tiene 21 años y nació y creció en Costa de Marfil. Tras hacer el bachillerato quería estudiar medicina, pero su familia era pobre y no podía pagarle los estudios. No había un trabajo que le permitiera vivir con dignidad. Hace 4 años llegó a Tánger con su pareja y el sueño de llegar a Europa. Tenían que pasar el estrecho en patera. 3.000 euros. Mientras intentaban aconseguir el dinero tuvieron un hijo, Ibrahim. Jasmin se ha formado, ha hecho todos los cursos de formación que le han ofrecido las ONGs y la diocésis: pastelería, cocina, costura, peluquería… pero no ha encontrado un trabajo regular, no tiene papeles. Tras más de 2 años de trabajos irregulares y mendicidad, consiguieron el dinero. Estaban en la zodíac. Mala mar. Ibrahim se cae al agua y su padre se tira al mar para salvarle. Ibrahim se salva, su padre muere ahogado. Jasmin está sola con su hijo. Sin dinero, sin casa, sin família. Aún ahora sigue queriendo ir a Europa. No quiere volver a Costa de Marfil, allí no ve futuro. Trabajara, pedirá lismona para aconseguir los 4000 euros que ahora le piden para cruzar 14 km en una patera. Un viaje en avión de Tánger a Barcelona, Bilbao, Málaga cuesta menos de 200 euros. Ella pagará 4000 euros y tal vez no llegue nunca porque puede morir en el mar, como su marido. A pesar de todo, hace caso omiso a las desventures y peligros. Jasmine dice: ”si es mi destino”. Tiene 21 años. Ha nacido en Costa de Marfil, no en España. En su mirada, vemos desesperación.
Encontramos a Salli, procedente de Senegal, en la consulta. Nos trae a su hija pequeña, Leila de 1 año, porque tiene fiebre y mucha tos por la noche. Viene también con su hija de 2 años, Amina. Es una mujer alegre, educada, sonrie y transmite serenidad. Le preguntamos por su marido, el padre de sus hijas. Nos explica que vivían en un puebo al sur de Marruecos y su marido trabajaba en la obra y se cayó del andamio y murió. Nos dice que Leila es su sobrina, la hija de su hermana que murió en el parto, en Marruecos. Lloró mucho, mucho, ….. cuando se quedo sola con sus hijas … Le aconsejaron que fuera a Tetuán porque allí la podrían ayudar la diócesis y las ONGs. Ahora vive en una habitación que le cede una ONG durante 10 meses. Después tendrá que buscarse una vivienda. Está buscando trabajo, pero no es fàcil conseguirlo sin papeles y con las dos niñas. Ella se quiere quedar en Marruecos, no sueña con cruzar el estrecho.
Mariam viene con Ahmed, su hijo de 2 años, porque le preocupa que los testículos no están en la bolsa. Nos explica que huyó de Costa de Marfil porque se divorció y su marido la amenazó y envió a unos hombres para que la castigaran. La golpearon y uno de ellos la violó. 9 meses después nació Ahmed. Mariam tiene 31 años y a los 16 años su padre la obligó a casarse con un hombre 20 años mayor que ella. Tuvieron 3 hijos. Una relación muy difícil, con maltrato frecuente, como ocurre a la mayoría de mujeres africanas. Al morir su padre ella se divorció y empezaron las amenazas y el miedo. Para salvar su vida ha tenido que abandonar a sus hijos y su país. No puede ponerse en contacto con sus hijos i volver a su país porque su marido la mataría.
Mujeres migrantes, mujeres solas,… Mujeres que no tienen ninguna protección, pero valientes, muy valientes. Cuidan, protegen, dar amor a sus hijos e hijas. Los traen a la consulta limpios, bien peinados, con sus coletas de colores. Buscan organizaciones, entidades, Iglesias, ONGs que pueden ayudarlas. Por suerte, las hay. Pero es una ayuda temporal. Están decididas a seguir su camino, a veces solas, a veces acompañadas, a veces alegres, a veces desesperadas, pero con una fuerza ejemplar y empujadas por el amor hacia sus hijos. Y siempre con esperanza.
Sueñan en azul, nos decían, el azul de mar que quieren cruzar para llegar a una tierra prometida que no les espera ni les quiere, nuestra tierra. Muchos ni tan siquiera llegarán. Una tierra que no queremos compartir. Una tierra que los necesita y que ni por razones egoistas quiere darles una oportunidad.
Damos las gracias a la diócesis de Tánger que nos ha acogido y nos ha permitido conocer el TRABAJO, el calor humano y el acompañamiento que hacen por estas personas que para muchos no existen. Y también agradecemos a todas las ONGs y personas que colaboran y que dedican parte de su tiempo en la ayuda a estas personas desamparadas.
Dolors Canadell Villaret y Maite de Aranzábal Agudo. Grupo de Cooperación, Inmigración y Adopción. AEPap.